La gota se posó en el extremo de su dedo. Sin saber de dónde había caído, la miró, al mismo tiempo que se la acercaba llena de curiosidad. Fue entonces cuando descubrió, al otro lado del telo transparente, un mundo diminuto, lleno de seres más minúsculos todavía, que iban de un lado para otro buscando una salida.
Intuyó que debía hacer algo y lo hizo: sacó su estilográfica, pinchó la burbuja y todo ese universo misterioso saltó por los aires difuminándose entre la población, por los lugares más insospechados de esa geografía humana, y dotando a sus habitantes de una textura y de una luz diferentes a la de otras personas del planeta.
Después, con el tiempo, esos seres casi invisibles, echaron raíces en esos cuerpos habitados y alimentaron su savia antigua con nuevos brotes y nuevas semillas.
Es por eso que a veces hay personas que ven en la oscuridad, que hablan en sueños, que adivinan los pensamientos ajenos, que se anticipan a los deseos de los seres cercanos... o que solo con tocarlas ponen luz en la noche que todos llevamos dentro.
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