Hay un furor afuera que desatina y embiste,
un charco de metal que aisla,
que hunde,
un hueco en la puerta de mi infancia
que se ha hecho ausente,
invisible.
Retales que se esparcen por los ríos del tiempo
sin más posada que el recuerdo.
Siestas de incendios,
calle de juegos,
paredes de cine
y el terrado
para escapar y soñar.
Trenta y cinco escalones que suben y bajan,
de aquella que fui a la que soy.
Me busco en mis trenzas,
en las grietas solaces,
en las cenezas del techo,
en el arco de la sala,
pero quizás ya no estoy.
“Si tienes que volver a partir, apóyate contra una casa seca.
No te preocupes, hay un árbol gracias al cual desde muy lejos la reconocerás.
Sus frutos apagarán su sed”.
René Char, Le nu perdu.
“el hombre, antes de ser lanzado al mundo, es depositado en una casa. La vida de uno empieza en el regazo de una casa. Cuando se sueña en la casa natal, se participa de ese calor primero, de esa materia bien templada de paraíso material. La casa sostiene para toda la vida a la infancia inmovil en sus brazos”.
Gaston Bachelard
http://www.soberania.org/Articulos/articulo_4877.htm