CANCIONES

Despides el suspiro de la brisa escondido en el hueco del cuello, ese lugar donde tus dedos reposan a veces, buscando el sosiego. Sin haberle invitado, el pasado aparece en forma de canción y esa letra olvidada detrás de las montañas negras se mueve en tu boca como tiempo atrás. Las huellas pasadas han limpiado su paso al caminar hacia adelante y ya no hacen ruido en los depósitos de la memoria. Sorprendida, te abrazas a esa melodía y le das una nueva voz para llevarla en tu garganta. Y te recreas: "niña del campo que cortas flores..." y te ves, allí, en medio de ese bosque inmenso que te hacía de casa, dejando perder los pasos para no llegar a ningún lugar. El lobo está lejos y tú estás a salvo vagando por caminos más certeros que el regreso que tarde o temprano se pone en la línea de tu horizonte. Y sigues con otra canción: "si el mismo Dios me dice que la olvide..." y una y otra tejen las melodías que vas dejando en los márgenes de esos caminos cercanos, como si desparramaras los restos antiguos de los días sin sombras y de las noches sin parada en las que solo el cárabo amigo anuncia las horas que faltan para otro amanecer.  Recién ahora te das cuenta que nunca un nudo se deshizo más fácilmente que el que se sumergió en la pócima de los cuentos cantados. Después de muchos años, como si el alambique del tiempo hubiera destilado los recuerdos, ahí están de nuevo las canciones... y como nadie permanece en el latido de su primer corazón, suenan con otro pálpito; transcendidas, reencontradas, amigas...