Cuando los escorpiones salen a pasear, deslizan su cuerpo por una superficie rugosa, árida e incierta. Ese deambular a ritmo irregular, merodea por todos los epicentros e inspecciona los movimientos de todos los soles y de todas las lunas subiendo y bajando por las lomas del desánimo, de los días grises, de las respuestas que no llegan... En ese universo dilatado no hay lugar para respirar ni para pronunciar tu nombre. Algo turbio mueve el ambiente por donde pasan los escorpiones que emborrona los recuerdos de otras imágenes que existieron aunque fuera durante un segundo.
Cuando los escorpiones salen a pasear, otras criaturas de la geografía humana se esconden en las grutas oscuras de las esperas y aguantan el aire hasta que estallan sus cavidades pulmonares. Solo hay lugar para un paisaje uniforme que extiende sus líneas hacia desconocidas moradas.
Cuando los escorpiones salen a pasear se detiene el oleaje y solo se escucha el murmullo de lo ausente.
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