Supo que había venido a este mundo a asustar cuando nada más abrir la puerta del aula, ante su estupor, un grupo de niños se pusieron a gritar y a patalear mientras la maestra le profiría, desde la histeria y la ignorancia:
-Fuera de aquí, monstruo!
Él se guardó la libreta, su plumier y un montón de preguntas y, convencido de que estaba en el lugar adecuado para descubrirse a si mismo y saber a qué dedicarse en la vida, se limitó a confiar y a hacer realidad el papel que le había adjudicado la maestra.
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