En el país de Nunca Jamás siempre surgen las mejores oportunidades para soñar, sin el paso del tiempo anunciando todo lo que queda por delante y lo que se perdió en algún pasado sin rincones añejos, ni obligaciones que pican en tu espalda doblegándotela... Allí tan sólo hallas la sencillez de la vida tal y como se muestra en los escasos momentos en que nos paramos a contemplarla sin más.
Paula también tenía su Nunca Jamás particular: un rincón del bosque en donde el silencio reinaba en cada hoja y su necesidad de calma estaba garantizada. Por eso cuando supo que un proyecto urbanístico amenazaba su burbuja particular, no dudó en convertirse en pirata o en lo que fuera, como tampoco lo dudaron otras personas que se sumaron a su propósito. Fueron tantas las ilusiónes y las ganas de evitar que destrozaran ese oasis que apareció un hada protectora que, de la misma manera que campanilla, también echó un polvo mágico con el que impedía que trabajaran las máquinas dejando inutilitzados sus garfios.
Pero las estrategias del poder son muchas y cada una se esparcía por esos despachos baldíos de honestidad. Así las cosas, Paula y los otros soñadores decidieron utilizar el polvo mágico del hada protectora y arrancar ese trozo de bosque para salvaguardarlo de todo lo que es posible en esos otros mundos. En su lugar quedó una hendidura que nos hace saber cada día que en algún lugar hay un nuevo país de Nunca Jamás que hace realidad los deseos imposibles.
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