Estaba a punto de meter la llave por la cerradura de la puerta de su casa, contenta por el inminente encuentro con Ramón, cuando una vocecita fina, finísima le habló. Trabajo tuvo de localizarla justo debajo de la alfombra.
-¿Quién eres tú? -le preguntó Manuela.
-Eso no viene al caso -le contestó el duendecito sin darse mucha importancia-. Sólo estoy aquí para decirte que no abras la puerta. Lo que te vas a encontrar al otro lado no sólo no te va a gustar, sino que además te va a dejar como un campo recién labrado. O sea, fatal.
La mano de la mujer se decantó hacia la derecha y abrió la puerta a pesar de las advertencias del duende quien ese día supo que el amor primero te deja ciego y después, sordo.
Ai, que bueno...
ResponEliminaMalparits...