Cuando supo del significado certero de la palabra inoportuno ya estaba bajo el coche que le había atropellado al salir detrás de la pelota. Claro que con 6 años, esa palabra, por mucho que te la repitan tiene un valor poco preciso porque qué podía entender él cuando su madre o quien fuera le decía: "Carlitos, hijo, que inoportuno!" ¿que era pesado?, ¿que no hacía las cosas como ella quería? Cómo era posible que una palabra tan potente por las consecuencias que puede atraer se deje su conocimiento semántico tan a la deriva. ¿Eran conscientes los mayores de los riesgos de su ignorancia o ya daban por hecho que todos sabían el valor que entrañaba y que había sido sólo él quien no lo había entendido?
Pero lo que da la experiencia, no hay nada como aprender lo que sea en tus propias carnes. Lástima que a veces ya no te da para volver a la página anterior.
Mientras se dirigía a los cielos para presentarse a las autoridades pertinentes, su mente aprovechó los últimos momentos de conciencia terrenal y recordó y comparó otras situaciones en que se ponía de manifiesto más casos de inoportunidades.
Sin casi proponérselo llegó a una conclusión: los animales suelen ser los seres más inoportunos y esa es sin duda la mayor causa de muerte entre ellos. Así recordó la de un escarabajo cuando se le ocurrió cruzar la calle justo delante de los pies de su hermana mayor o del ratoncito que se paseó ante la mirada de su abuelo pensando que no había nadie y éste se sintió joven de nuevo con el bastón en una mano y la zapatilla en la otra o de la araña que se puso a recorrer el pasillo de casa en el preciso momento que su madre estaba barriendo.
Ahora lo entendía. O creía entender que ser in-oportuno es algo que uno hace a destiempo. Como si tu sincronización con el resto del mundo se tuviera que reajustar.
Pero aún fue más allá en su pensar y cayó en la cuenta que ser in-oportuno, en el fondo, no es más que alguien que no tiene oportunidad o más bien que la echa por la borda. Entonces recopiló conversaciones que había escuchado y que ahora le volvían con una imagen muy distinta. Recordó cuando su hermana mayor regresó una tarde a casa llorando porque no había podido asistir a la fiesta de cumpleaños del chico que le gustaba y éste aprovechó para pedirle salir a otra chica. También recordó el día que vio a su padre tan enfadado que se fue de casa dando un portazo. A su regreso, escuchó como le explicaba a su madre que se había precipitado explicándole su proyecto a un compañero del trabajo y que éste había predispuesto a los miembros de la junta para que no se lo aprovaran.
Reconoció en esos recuerdos la rabia y el dolor que ahora sentía él mismo por haber perdido la oportunidad de crecer, de enamorarse veintisiete veces como mínimo, de saltear los vientos según vinieran, de reconstruir su futuro a partir de secuencias del presente... por haber perdido, en definitiva, la oportunidad de vivir. Esa era la gran cuestión. Estaba a punto de ponerse a llorar cuando una paz inmensa recorrió su ser y sintió que por lo menos en esa ocasión estaba en el lugar y el momento oportunos.
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